sexta-feira, 20 de fevereiro de 2009
desnorte
Cuestas de Oporto
que terminan junto al río Douro,
largas bandas curvas adoquinadas.
Es lo que me queda en el recuerdo
con más claridad que el puente metálico,
con más fuerza que el restaurante Antunes
de la calle Bomjardin,
con más intensidad que el vinho branco
o que el pescado recogido por alguna barca
de una playa cercana
y servido después con patatas.
Cuestas que se bajan fácil
y que luego hay que subir.
Cuestas repletas de tiendas, almacenes,
locales medio vacíos o llenos a rebosar,
humedad,
gotas que caen
desde el borde del paraguas
o desde los aleros de madera podrida,
fachadas decoradas con loza descolorida.
El mercado de Bolhao,
reminiscencia de un mundo desaparecido.
Avenida dos Aliados arriba,
o desde la estación hacia abajo
–ahí, sí, ahí, ambiente popular–,
poca luz en las calles,
escaparates congelados hace décadas.
Andar como si buscáramos algo
cuando no íbamos en busca de nada.
jlserrano
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